El colgajo es un libro escrito por Philippe Lançon, uno de los supervivientes del atentado a Charlie Hebdo en 2015. Lançon, periodista culto y cultural, fue tiroteado junto a sus compañeros, pero no falleció. En El colgajo narra no tanto el atentado, sino los nueve meses de ingreso hospitalario que siguieron, durante los que sufrió todo tipo de padecimientos.
El colgajo es un libro bien escrito en el que Lançon es capaz de explicar con precisión los síntomas del trastorno por estrés agudo y las secuelas crónicas del trauma. Por ejemplo, ese estado de conciencia disociado que los que no hemos sufrido traumas agudos solo podemos medio imaginar: “Me había sumido ya, como los demás, en un universo en el que todo sucede de una forma tan violenta que está como atenuado, al ralentí”. O esa mezcla de depresión y embotamiento: “Lloro por mi vida perdida, lloro por mi vida futura, lloro por mi vida oscura, pero no me verá llorar”. Y, como no, los flashbacks: “Cerré los ojos para escapar al mirlo negro y a la perspectiva del cuervo, y lo que se me apareció debajo de los párpados fueron los sesos de Bernard”.
Ahora bien, no todo es oscuridad en este libro. Si algo bueno tiene El colgajo es que también muestra a Lançon aferrándose a sus mecanismos de defensa para que le mantengan a flote y le saquen de la devastación, cosa que parece que consigue. Escribe con humor acerca del funcionamiento del sistema sanitario: “Los dioses guardan las distancias, los cirujanos también”, y de sus propias miserias (gloriosos los párrafos en que precisa enemas o cuando vuelve a tener una relación sexual). Y un rayo de claridad y esperanza va invadiendo al lector al ver cómo sublima, gracias a la literatura y, finalmente, al arte, gracias a los bufones de Velázquez, aquello que le hace sufrir.
Lançon participó en el festival Ja! y la entrevista se puede ver a través del enlace.
Beatriz Rodríguez Cabo