La psicopatía y los psicópatas son algo incómodo para la psiquiatría. Por un lado, los reconocemos como enfermos mentales (en un sentido amplio) en nuestros sistemas de clasificación, aunque adornemos el término con eufemismos. Por otro, los tachamos de incurables, de crueles, malvados y los excluimos de nuestros servicios (no digo que con razón o sin ella).
No es este el lugar para una discusión académica o filosófica sobre la maldad humana o sobre los correlatos neurocognitivos y neuroemocionales de la psicopatía, pero hemos de aceptar que los psicópatas y sus psicopatadas (al menos algunos), resultan irresistibles para la literatura y sus lectores (y para el cine y sus espectadores). Y quizás aún más los más extremos, como Anibal Lecter, psiquiatra por más señas, personaje creado por Thomas Harris para su novela El Dragón Rojo y popularizado por el cine en El Silencio de los Corderos. Pero quizás el psicópata por excelencia de la literatura (y también llevado después exitosamente al cine) es un yuppie neoyorkino, Patrick Bateman, un joven banquero de inversiones que en los años 80 le coge el gusto a cargarse a la gente de maneras crecientemente crueles, sin mayor motivación que el gusto por hacerlo.
Bret Easton Elis, su autor, es un escritor estadounidense considerando un exponente de la llamada generación X (la que están a caballo entre los millenials y los baby boomers, más o menos los nacidos entre 1965 y 1981, aunque por lo que vemos hay distintos criterios para definirla). Aunque es fundamentalmente conocido por American Psycho, lo cierto es que escribió y publicó su primera novela a los 21 años (Menos que cero, Anagrama, 1986) con el suficiente éxito como para hacerse rico con ella.
American Psycho no dejó indiferente ni a los lectores ni a la crítica, con tantas alabanzas como críticas feroces, algo que no es de extrañar no solo por la temática, sino por la frialdad y crueldad que destilan sus páginas. El libro, o más bien su protagonista, Patrick Bateman, ha sido sometido a innumerables análisis psicológicos, incluso debatiendo sobre si realmente el personaje cumple criterios para ser diagnosticado de psicópata (comportamiento social irresponsable, desprecio por los derechos de otras personas, falta de empatía y remordimientos, entre otras cosas) con un perfil antisocial y/o narcisista. Sea como sea, se ha ganado el puesto en el elenco de malvados “especiales”, es decir, de los que hacen el mal sin más motivación que el mal en sí mismo, sin estar motivados por la ganancia, el odio, la ira o la venganza. Sin emociones, fríamente.
J.U.